lunes, 15 de julio de 2013
Robles atiza debates sobre el deporte cubano.
POR REINIER SÁNCHEZ JACOMINO.
Como fiel amante del ejercicio del músculo en Cuba, sufro cada vez que observo o me entero de casos similares a los de Dayron Robles, diferendos entre atletas y directivos (muchos de ellos campeones olímpicos) que laceran el prestigio y la salud del deporte en la Isla Caribeña.
Resulta cada día más recurrente este terrible sabor agridulce que dejan los cables noticiosos sobre las reiteradas deserciones de deportistas nacionales, con destaque para disciplinas como: béisbol, boxeo, voleibol y atletismo.
Personas que se erigieron en símbolos y ganaron más que medallas, millones de corazones tras históricas hazañas, mientras en Cuba se reía y se lloraba con sus vibrantes actuaciones.
Sin embargo, como quien pasa del día a la noche, a muchos de estos héroes deportivos ahora se les tildan de villanos y vendepatrias, algo realmente lamentable.
Quien observó las entrevistas de Robles y los materiales periodísticos difundidos por nuestros medios de comunicación, le cuesta mucho creer que este muchachón de Guantánamo, a quien le gusta la lectura y la música de los Van Van, además de manifestar en muchas ocasiones su orgullo por ser cubano, pudiera traicionar a su pueblo.
Aún con las informaciones publicadas quedan algunos agujeros negros que todavía no arrojan suficiente luz en el asunto de Dayron Robles y el todavía más sospechoso retiro del legendario entrenador Santiago Antúnez.
Múltiples interrogantes quedan en el ambiente, principalmente las relacionadas con las verdaderas causas que originaron que un joven formado en nuestras escuelas deportivas, moldeado por uno de los mejores preparadores del mundo y que tanta gloria le dio a Cuba, pidiera la baja del equipo nacional de atletismo, elenco que encabezó y defendió en múltiples certámenes y competiciones.
No me parece atinado lanzar insultos y diatribas contra Dayron, rasgando sus vestiduras con frases como robo de atletas y actitudes inmorales cuando hasta hace muy poco lo ponderábamos por diestra y siniestra como un ejemplo a seguir por las nuevas generaciones.
En este vaivén anda el movimiento deportivo cubano quien necesita sin muchas reuniones, análisis, consultas y dilaciones buscar el mal de fondo que desangra nuestras huestes deportivas en detrimento de los genuinos intereses del pueblo.
Si hay que implementar cambios y tomar medidas, pues a asumirlas con valentía y a debatirlas con la base de la pirámide, es decir, las personas de a pie.
Nuestra sociedad avanza por un profundo proceso de actualización del modelo económico y social, hecho que convida al deporte en la isla, a subirse sin timidez en el carril de las necesarias y lógicas transformaciones.
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