POR: REINIER SÁNCHEZ JACOMINO
Cuando ya le tomamos los últimos pulsos a diciembre y con él se marcha un año cargado de alegrías y tristezas, asumimos una nueva etapa con retos y añoranzas en una ciudad donde sus calles nos hablan sobre las tradiciones del legendario Camagüey, pues sus nombres originales guardan una estrecha relación con personajes, labores o hechos de la otrora villa Santa María del Puerto del Príncipe.
Un legado patrimonial que ha sufrido cambios para nada acertados si tenemos en cuenta que los residentes de esta Ciudad de los Tinajones no se sienten identificados con los calificativos actuales.
El pueblo hace la historia y la fuerza de las tradiciones sociales descuella ante cualquier imposición.
Entonces observamos casos desde las propias esferas oficialistas que pasan por alto los nombres de las calles camagüeyanas para dejar en entre dicho lo no correcto de tamaña decisión.
Ejemplos hay cientos, incluso miles, como el de varias personas que legalmente no viven en ninguna dirección puesen su carnet de identidad tienen registrado que residen en Cielo cuando debiera ser Plácido, y así el meollo se extiende como una epidemia normal.
Los extremos siempre resultan dañinos, existen casos y casos pues nombres como el de Estrada Palma, Reina u otras denominaciones no se corresponden con el orgullo de los camagüeyanos aunque, aclaro, también forman parte de la historia.
Su cambio es lógico y aplaudible pero vías como Apodaca, Triana, Risa, Tío Perico, Campo Santo u otras, resultan un sacrilegio que desaparezcan de nuestro entorno por una hemorragia de denominaciones que en muchos casos se desligan de la tradición de los lugareños.
Los camagüeyanos somos dicharacheros por excelencia, religiosos y con apego a las costumbres, de allí que aunque pase el tiempo y surjan nuevas generaciones, los habitantes de la otrora villa principeña nunca olvidarán la plaza del Gallo, de la Caridad o Méndez.
Tal vez en futuro debiéramos sopesar los efectos a la hora de cambiar algo que el propio pueblo en su de cursar histórico ha instaurado o reconoce.
Casos como el que vivimos a diario los camagüeyanos reclaman a gritos que le demos al César, lo que es del César.
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