lunes, 22 de diciembre de 2008

El arte de educar

Por: Reinier Sánchez Jacomino

Cuando los educadores cubanos celebran hoy su día, con apenas 26 años rememoro en los retazos del recuerdo, aquellos sucesos que prestigian el quehacer de estos constructores de ideas.

Su jornada homenaje quizás pase por nuestras vidas como un capítulo más de la fanfarrea mediática, vuele desapercibida ante el ajetreo diario, o quede en el simple y formal gesto del regalo que nuestros hijos hacen al pedagogo de turno.

En ese ir y venir constante del cubano, hemos pasado por alto, el niño que llevamos por dentro, esos recuerdos de la época de infantes, los sabios consejos del maestro, la mano amiga de la profesora, los regaños ante nuestras travesuras y el papel de padre que en cualquier ocasión suicida, jugó el “profe” en un campismo ocasional o algún evento alejado.

A veces enjuiciamos al maestro con saña cuando malcriamos a los hijos dándole la razón y le exigimos como el juez al acusado, sin saber que ellos, también reciben los avatares diarios, que son personas corrientes con un corazón latente.

Hace dos días reconocí entre el bullicio de la gente a mi maestra de la Secundaria, al vernos afloró en su cara los gratos momentos de mi picara infancia, hablaba con nostalgia de pasados momentos inolvidables con exhaustiva fidelidad y me dijo con emoción sincera, que había seguido los pasos de los estudiantes de mi graduación con especial cuidado.

Mientras hablábamos de la vida y mi alocada travesía universitaria, me contaba con ciento encanto sobre sus pequeñines actuales y su incomiable esfuerzo por prepararse a diario.

Entonces note sin reparos en las palabras de Rosario que seguiría también los pasos de estos bisoños cubanos, con el mismo cariño que los de nosotros, la graduación del 94´.

A Rosario, Dora, Onésimo, Eva, Cantero, Señé y Lora que poseen el arte de educar.
A ellos u otro educador desconocido, honor, para quien honor merece

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